PUERTO PRINCIPE - Haitianos heridos y aturdidos estaban sentados en las calles el miércoles, rogando por ayuda, mientras que miles seguían atrapados en toneladas de escombros dejados por el terremoto más violento en azotar el país en más de 200 años.
El jefe civil de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (MINUSTAH), el tunecino Hedi Annabi, habría muerto en el sismo del martes que devastó ese país, al igual que las personas que estaban con él en el edificio, según indicó el canciller francés, Bernard Kouchner. Autoridades locales y extranjeras temen un gran número de muertos.
El jefe civil de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (MINUSTAH), el tunecino Hedi Annabi, habría muerto en el sismo del martes que devastó ese país, al igual que las personas que estaban con él en el edificio, según indicó el canciller francés, Bernard Kouchner. Autoridades locales y extranjeras temen un gran número de muertos.
La extensión de la destrucción causada por el sismo de 7.3 grados el martes no estaba clara, y estimar el número de víctimas era imposible, salvo los muertos que yacían entre miles de edificios derrumbados en la capital haitiana. Algunas fuentes dijeron que habría miles de muertos y más de tres millones de damnificados.
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Estados Unidos y otros países comenzaron a organizar esfuerzos de socorro, y preparando equipos de búsqueda y suministros que serán sumamente necesitados en Haití, el país más pobre del Hemisferio Occidental.
Rezos y llantos
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Reporteros de The Associated Press que estaban en la capital en el momento del sismo -el más poderoso en azotar Haití en más de 200 años- dijeron que el daño es asombroso, incluso en un país acostumbrado a tragedias y desastres.
Periodistas de AP dijeron que el Palacio Nacional quedó reducido a escombros y decenas de miles de personas estaban desamparadas.
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Muchas personas gravemente heridas estaban en la calle, rogando por la ayuda de médicos, muchas horas después del terremoto. En plazas públicas miles de personas cantaban himnos religiosos, agarradas de manos. Con prácticamente ningún servicio de emergencia, los sobrevivientes tenían pocas opciones.
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"Los hospitales no pueden lidiar con todas esas víctimas", dijo Louis-Gerard Gilles, un médico y ex senador, mientras ayudaba a sobrevivientes. "Haití necesita orar. Todos tenemos que orar juntos".





















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